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Principados eclesiásticos del Sacro Imperio Romano Germánico


Principados eclesiásticos del Sacro Imperio Romano Germánico


Un principado eclesiástico era un estado imperial (en alemán: Reichsstand) del Sacro Imperio Romano Germánico a cuyo frente se hallaba un príncipe imperial (Reichsfürst) que combinaba su poder temporal sobre el territorio del estado con su función religiosa de dignatario de la Iglesia católica, o posteriormente también de la Iglesia protestante. Debe distinguirse ambas funciones, además de que el territorio del estado principesco no se correspondía íntegramente con el de la diócesis sobre la que ejercía la autoridad religiosa. La investidura religiosa era necesaria para obtener el ejercicio del poder temporal sobre el principado. Los principados eclesiásticos existieron hasta la disolución de facto del Sacro Imperio Romano Germánico en 1806.

Estados imperiales

Un estado imperial era una entidad territorial y política con escaño y voto (Sitz und Stimme) en la Dieta Imperial (Reichstag). Los gobernantes de un estado imperial no tenían otra autoridad por encima de ellos que la del propio emperador y, además, poseían importantes derechos y privilegios, incluido un alto grado de autonomía en el gobierno de sus territorios y de sus asuntos particulares. El estatus de estado imperial normalmente se adjuntaba a un territorio particular dentro del Imperio, pero había algunas personas con estatus de estado imperial (reichsständische Personalisten), aunque teóricamente los estados personalistas fueron prohibidos después de 1653, a menudo se hicieron excepciones. Originalmente el emperador solo podía otorgar el estatus de estado imperial, pero en 1653 se introdujeron varias restricciones a su poder y la creación de un nuevo estado requirió el consentimiento del Colegio de Electores y del Colegio de Príncipes del Reichstag (si el nuevo estado imperial tuviera además la calidad de electorado, se requeriría además el acuerdo del Colegio de las Ciudades). Se requirió que el gobernante aceptara los impuestos imperiales y las obligaciones militares. Además, se requería que el territorio obtuviera la admisión en uno de los círculos imperiales. Una vez que un territorio alcanzaba el estatus de estado, solo podía perderlo en muy pocas circunstancias, por ejemplo si el territorio era cedido a una potencia extranjera. Hacia el final de su existencia el Sacro Imperio Romano Germánico estaba compuesto por unos 360 estados casi independientes, muy diferentes entre sí en tamaño, rango, influencia y poder.

Los estados imperiales podían ser eclesiásticos o seculares. Los estados eclesiásticos fueron gobernados por:

  • príncipes-electores (Kurfürsten), que eran arzobispos;
  • príncipes-arzobispos (Fürsterzbischöfe);
  • príncipes-obispos (Fürstbischöfe)
  • príncipes-abades y príncipes-prebostes (Reichsprälat);
  • grandes maestres de órdenes militares (Hochmeisters).

El término alemán hochstift se usaba a menudo para denotar la forma de autoridad secular que tenían los obispos que gobernaban un obispado principesco, con la palabra erzstift utilizada para los arzobispados principescos.

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Antecedentes

Con el declive del poder imperial romano en Occidente a partir del siglo IV ante las invasiones bárbaras, a veces los obispos cristianos de las ciudades ocuparon el lugar del comandante romano, tomaron decisiones seculares para la ciudad y dirigieron sus propias tropas cuando fue necesario. Los obispos habían estado involucrados en el gobierno del reino franco y del subsiguiente Imperio carolingio, con frecuencia como miembros clericales de un dúo de inspectores llamados missi dominici, pero ese era un mandato individual, no adjunto a la sede.

La fusión de las funciones espirituales y temporales de los obispos del Sacro Imperio Romano Germánico se remonta a la política de los reyes alemanes durante la Alta Edad Media, que dependían de los obispos nombrados por ellos para limitar la influencia de las más poderosas familias nobles. Los emperadores los utilizaron como agentes de la corona imperial, ya que los consideraron más confiables que los duques. Muchos de ellos fueron investidos con obsequios de derechos (sobornos). Los ducados raíz del Reino de Germania dentro del Imperio tenían duques fuertes y poderosos (originalmente gobernantes de guerra), que siempre buscaban más el "interés nacional" de su ducado que el del Imperio. A su vez, el primer rey otoniano Enrique I de Sajonia, y más aún su hijo, el emperador Otón I, pretendíeron debilitar el poder de los duques concediendo a los obispos leales tierras imperiales y otorgándoles privilegios de iura regalia. A diferencia de los duques, los obispos no podían transmitir títulos y tierras hereditarias a ningún descendiente. En cambio, los emperadores se reservaron la implementación de los obispos de su iglesia propia para sí mismos, desafiando el hecho de que de acuerdo con el derecho canónico eran parte de la Iglesia católica transnacional. Esto se encontró con una creciente oposición de los papas, que culminó en la feroz Querella de las investiduras de 1076. Como consecuencia, el control del emperador sobre la selección y el gobierno de los obispos disminuyó considerablemente. Los obispos pasaron a ser elegidos por capítulos catedralicios independientes en lugar de serlos por el emperador o el papa. Sin embargo, los emperadores continuaron otorgando territorios a los arzobispos y obispos más importantes. Los obispos impusieron su poder en los territorios de su competencia, por lo que el territorio inmediato adjunto a la sede episcopal se convirtió entonces en un diócesis principesca (Fürstbistum).[1]

Desde el siglo XVI hasta principios del XIX, los cargos de príncipes eclesiásticos fueron ocupados casi exclusivamente de miembros de la nobleza, como hijos de príncipes y caballeros imperiales. Por esta razón, hasta 1803 la Iglesia católica en el Imperio fue esencialmente una Iglesia aristocrática en los puestos de liderazgo. Hasta el siglo XVII, sin embargo, existió alguna forma de movilidad social, cuando algunos miembros de la nobleza menor e incluso algunos miembros de familias plebeyas, con el nombramiento como obispo, lograron alcanzar el rango de príncipe imperial a través de un obispado. Las relaciones entre un príncipe eclesiástico y los burgueses invariablemente no fueron cordiales. Como las ciudades exigían cartas de los emperadores, reyes de sus príncipes-obispos y se declaraban independientes de los magnates territoriales seculares, la fricción se intensificó entre burgueses y obispos.

Principados eclesiásticos

La Bula de Oro de 1356 emitida por el emperador Carlos IV confirmó el estatus privilegiado de los tres príncipes-arzobispos más poderosos estableciendo que formaran parte del colegio de electores del emperador (junto con cuatro príncipes laicos): eran los príncipes-arzobispos de Maguncia, Colonia y de Tréveris.

En vísperas de la Reforma protestante, en 1521 el Sacro Imperio Romano Germánico tenía 53 principados eclesiásticos católicos, la Reforma y la consiguiente secularización redujeron ese número a 23 en 1648, con un ligero aumento a 26 durante el siglo XVII. Al tener que hacer frente al expansionismo territorial de los cada vez más poderosos príncipes laicos, la posición de los príncipes-obispos se hizo más precaria con el tiempo. Durante las guerras de religión muchos principados eclesiásticos fueron secularizados y anexados por los reyes laicos protestantes (Bremen, Magdeburgo, Halberstadt, Ratzeburg, etc.) que mantuvieron su escaño y voto en el Colegio de Príncipes del Reichstag. Sin embargo, como ocurría con los príncipes seculares, no todos los príncipes obispos tenían plena soberanía sobre sus tierras o voto en la Dieta del Imperio (por ejemplo: Viena, Praga, Olomouc, Malinas, Breslavia, Seckau, Gurk, Sion, Lavant, etc.).

En el siglo XVI y principios del XVII existían numerosos principados episcopales protestantes junto a los principados episcopales católicos, el más importante de los cuales era el de Magdeburgo. Casi sin excepción, estos territorios eclesiásticos protestantes fueron gobernados por príncipes pertenecientes a poderosas dinastías vecinas y, con la Paz de Westfalia de 1648, fueron confirmados como principados seculares, en beneficio de los principales estados protestantes, como Prusia. A partir de ese momento los gobernantes de los estados imperiales podían elegir sus propias religiones oficiales. El único obispado protestante que sobrevivió fue el de Lübeck, y el caso muy especial del obispado de Osnabrück, que fue gobernado alternativamente por obispos católicos y protestantes. Todos los demás obispados que existieron entre 1648 y 1802/1803 eran exclusivamente católicos.

El Tratado de Lunéville en 1801 confirmó para Francia la posesión de la margen izquierda del río Rin, por lo que en compensación, los estados imperiales recibieron los territorios de los principados eclesiásticos secularizados por la mediatización y secularización. Su rápido final estuvo determinado por varios factores, entre los que se encuentran, en primer lugar, la pérdida de legitimidad de la autoridad temporal de la Iglesia en la época del racionalismo y la ilustración, la influencia de la Francia revolucionaria a partir de 1792, en donde los bienes eclesiásticos se habían secularizado y vendido, y la voluntad anexionista de los estados vecinos. Casi todos los principados eclesiásticos se secularizaron en 1802, y la Reichsdeputationshauptschluss redactada el 25 de febrero de 1803 dio la sanción oficial a la secularización bajo la ley imperial. Los príncipes obispos en funciones en el momento de la secularización conservaron el rango de príncipes imperiales de por vida.

El único príncipe-obispo que continuó gobernando un principado fue el príncipe-arzobispo de Maguncia y archicanciller alemán Karl Theodor von Dalberg, quien fue compensado recibiendo los recién creados principados de Aschaffenburg y Ratisbona y el Condado de Wetzlar. Con la disolución del Sacro Imperio Romano Germánico en 1806, el título finalmente desapareció, aunque en algunas diócesis el nombre sobrevivió hasta después de la Primera Guerra Mundial. Dalberg continuó como primado de la Confederación del Rin, pero también en 1810 se secularizó y se transformó en el Gran Ducado de Fráncfort, que Dalberg gobernó hasta 1813. En algunos países fuera del control francés, como en el Imperio austríaco hasta 1918 (Salzburgo, Seckau y Olomouc) y el Reino de Prusia (Breslavia), la institución continuó nominalmente y, en algunos casos, revivió. Los arzobispos de Salzburgo no renunciaron al título de príncipe hasta 1951.

El uso de los títulos príncipe-obispo y príncipe-arzobispo, así como el uso de las dignidades seculares asociadas con ellos (como el sombrero y la capa) también fueron abolidos formalmente en 1951 por el papa Pío XII.[2]

Lista de principados eclesiásticos del Sacro Imperio Romano Germánico

Principados eclesiásticos del Imperio secularizados en el curso del siglo XVIII.

  • Principado archiepiscopal de Besanzón (1792)
  • Principado episcopal de Gurk (1764)
  • Principado episcopal de Lavant (1782)
  • Principado episcopal de Seckau (1786)
  • Principado episcopal de Sion (1798)
  • Principado episcopal de San Julio (Lago de Orta, Italia, 1786)

Referencias

Turnbull & Asser


Text submitted to CC-BY-SA license. Source: Principados eclesiásticos del Sacro Imperio Romano Germánico by Wikipedia (Historical)